Dejé atrás el Bachillerato

Dejé atrás el Bachillerato y me lancé a estudiar la carrera de Bellas Artes. Ahora que echo una mirada hacía atrás, no sé si fue una elección de gran audacia o de insensatez en estado puro. En otra época, si uno quería ser pintor, asistía de aprendiz al estudio de un profesional curtido que poco a poco te transmitía sus experiencias, su oficio. Lo que hice yo y generaciones de alumnos no tenía sentido: existía demasiada ruptura entre el Bachillerato y la carrera de Bellas Artes.

Para poder estudiar en la Facultad, era necesario aprobar un examen de ingreso. Consistía en un dibujo a carboncillo de una estatua clásica de cuerpo entero y una prueba de modelado en barro. Para el ejercicio de dibujo debías saber que existían unas normas de ejecución concretas porque si no, lo llevabas claro; sobre todo eran cuestiones de proporción y composición.
En una vista previa, lo que más tenían en cuenta los examinadores era que el dibujo tuviera las mismas distancias entre los márgenes del papel. En el aula donde hice la prueba del dibujo, tenía delante a un tipo que se pasó la primera hora construyendo sólo la cabeza de una Venus de escayola. Yo perdía la concentración: me preguntaba cómo sabía él que las medidas de la cabeza podían ser exactamente esas sin haber dibujado aún el resto de la escultura y que, además, al final, cumpliera con la norma de los márgenes; y, por otro lado, sinceramente, me torturaba comparar su progreso con el mío.

Cuando se acomete un cuadro se puede optar por aproximación o por impacto. La aproximación necesita la paciencia; el impacto: humildad para rectificar o la sabiduría de saber transformar el error en riqueza. Aquel chaval se decantó por el impacto pero después le faltó humildad o tiempo, no lo sé, para rectificar una cabeza desproporcionada. No lo volví a ver nunca más.

Al paso de los años, algún amigo me ha preguntado si realmente me sirvió de provecho estudiar la carrera de Bellas Artes, y siempre he contestado que sí; sobre todo —y esto es más importante que lo que te puedan enseñar—, porque te crea un contexto vital para desarrollar tus cualidades artísticas. Esteban Vicente, en su cuaderno de notas, dice que el artista necesita de otros artistas y que suelen situar su lugar de trabajo en sitios próximos, porque necesitas su estímulo; y esto, lo he comprobado con los años.

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