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El espectador

En el espectador me gustaría detenerme ahora, en el que se coloca frente a la obra. Antes de que se me olvide, quiero dar un consejo a todo el que visita una galería o una exposición de un pintor vivo: nunca hay que hacer un comentario peyorativo, sobre todo el día de la inauguración. El momento más vulnerable de un pintor es precisamente ese. Aunque el artista parezca como ido, hablando con uno y con otro con una sonrisa cansada, os aseguro que no pierde detalle de cada uno de los que están frente a sus cuadros; menos detectaría un satélite militar americano. Una risa, unas palabras irónicas ante un cuadro, le hieren al artista de la misma manera que a la chica que en una fiesta se percata de las burlas que provoca su vestido. Y no es justo herir al que da, aunque lo que dé resulte mediocre. ¿El arte es para el público, o el público es para el arte? Ante todo, el público es necesario, porque se ha de comunicar a alguien, por lo menos a uno. Intentaré detenerme en esto más adelante, po...

Un paisaje

XXI Me siento en mi sillita plegable a pintar un pequeño paisaje. Hay que salir del estudio para mirar la realidad. El mundo real, como la vida, supera con creces la ficción. La imaginación necesita a la realidad para desarrollarse; es la masa de la pizza, aunque pintes abstracción. El sitio donde me siento no lo he escogido al azar, me estaba esperando desde que lo vi en aquel paseo… Por un lado, soy un afortunado por mi trabajo y los demás me lo recuerdan con sus comentarios; pero el trabajo de pintor también es duro, como todos. Ya está, he comprobado que me he traído hasta el trapo que se me olvidó la última vez. Miro al frente, valoro sin pintar, los colores, tonos, la luz…; pienso en la composición, en cómo situar los elementos en la pequeña tablita preparada con un color base: sobre el blanco no puedo pintar. Para un pintor el blanco es una luz alógena a dos centímetros de los ojos. Este momento previo es muy importante, se entabla un diálogo interno; hay pintores que, sin darse...

Casi sin darme cuenta

XX Casi sin darme cuenta acabé la Carrera, como el amanecer de un día de verano. Amigos que no volvería a ver más y el adiós implacable de los años de una camaradería accidental; me consideraba amigo de todos, no sólo de los pocos que aún sigo manteniendo contacto. Para sentir la compañía, es necesario experimentar la soledad del estudio. Me parece que cierta hipocondría es necesaria para los artistas. Para crear se requiere soledad. La soledad del estudio es reflejo de la soledad de Dios creador antes de pensar en la existencia del universo. Frente a mi caballete, terminada la Carrera, cuántas veces me he planteado cuál es la función de la Pintura ¿qué estoy haciendo y porqué lo hago? Cuando corres con más gente, no te planteas por qué corres; en lugar de pensar, hablas con los demás. Si corres solo, tienes que tener sólidas razones para hacerlo. Hace unos meses recibí un regalo inesperado. Un libro. Se titulaba simplemente “¿Qué es el arte?”. Su autor: un viejo gruñón que murió solo...

La Facultad de Bellas Artes

XIX En los años que estuve en la facultad de Sevilla, a finales de los 80, existía una continua disputa entre los alumnos sobre la elección de un lenguaje abstracto y el más puro realismo. A medida que avanzaban los cursos, entendíamos que entre el blanco y el negro existe una gama de grises: la elección no era tan drástica, y con suavidad, cada uno iba construyendo su propio idioma plástico. La Historia del Arte posee su particular “ley del péndulo”: lo nuevo nace y lo antiguo lo tacha de reaccionario, lo nuevo se va imponiendo hasta superar a lo antiguo y desde su pedestal se venga de lo antiguo tachándolo de trasnochado. Pero lo nuevo olvida que el tiempo lo transformará en el siguiente antiguo. ¡Qué estúpidas me resultan las luchas entre abstracción y figuración! ¿Por qué hay que encerrar la Pintura en moldes? Que cada uno se exprese libremente como quiera; eso sí, pero que luego el artista, que ha hecho uso de su libertad de expresión, no pretenda arrancarle la libre opinión al e...

Llegar a este punto

Llegar a este punto, tiene cierto mérito, porque yo mismo al releer me doy cuenta de lo que cansan, en ciertos momentos, este tipo de escritos. No me gustan los ensayos, lo reconozco, pero algo parecido es lo que me ha salido. Por ahora, ya basta. Ahora te contaré algo de lo que hice en mi último curso de la Carrera… Desde hacía tres años, creo, existían unas becas que ofrecía la Universidad de Sevilla para estudiar en otras Universidades europeas. Era la beca Erasmus, que, en aquel momento, no eran económicamente tan exiguas como después. Me encantó la idea de viajar a otro país y conocer lo que se hacía en las facultades de allí. Descarté Alemania, por el idioma, Italia, porque ya había estado y me concentré en Inglaterra: de ahí escogí la más al sur por el clima y la más próxima a la capital, a Londres; después de todo este proceso, la facultad ganadora fue: ¡Winchester! Sí…, tenía fuerza, era un nombre de rifle, de lejano Oeste, de catedral gótica. Pero para que te diesen la beca e...

Un estudio propio

XVII Procuraba trabajar en un estudio propio, apartado de mi casa, desde que estuve en el 2º curso de la Carrera. Es algo que siempre he tenido claro: por tu propia salud mental y física. El hecho de separar los dos ambientes —el del trabajo y el del hogar— te obliga a ajustarte a un horario de “entrada y salida” con el lógico orden que esto aporta a la jornada: los artistas necesitamos regular los hábitos de vida, creo que más que los demás, por nuestra tendencia a dejarnos absorber por la tarea de una manera obsesiva. A veces ocurre que cuando trabajas, los parámetros tiempo-espacio desaparecen. Antes me refería a cuidar la salud mental y física, no sólo porque el caos vital puede conducirte a obsesiones si no te separas de tu obra, sino porque ya tienes bastante con el tiempo de trabajo en el estudio, como para seguir sometido a los vapores del aguarrás en tu propia casa. Algunos colegas defienden la idea romántica de trabajar cuando venga la inspiración, y su vida es la anarquía. T...

Es verano

XVI Es verano. Estoy en la playa a primera hora. Aún no han bajado las sombrillas, ni las neveras, ni los olores a bronceador de coco. Ha sido una noche calurosa. Me acerco al mar; me dejo hipnotizar por la línea del horizonte. Sí, ya sé que no es una línea, aunque lo parezca; que son dos colores superpuestos. La brisa fresca hace flamear la camiseta, que me queda un poco ancha. No me muevo. Si acaso, me balanceo con el viento. Cierro los ojos. Me asombro de la constancia de esta brisa que en ningún momento flaquea. La tenacidad, la perseverancia, es esto.