Casi sin darme cuenta

XX



Casi sin darme cuenta acabé la Carrera, como el amanecer de un día de verano. Amigos que no volvería a ver más y el adiós implacable de los años de una camaradería accidental; me consideraba amigo de todos, no sólo de los pocos que aún sigo manteniendo contacto. Para sentir la compañía, es necesario experimentar la soledad del estudio. Me parece que cierta hipocondría es necesaria para los artistas. Para crear se requiere soledad. La soledad del estudio es reflejo de la soledad de Dios creador antes de pensar en la existencia del universo.

Frente a mi caballete, terminada la Carrera, cuántas veces me he planteado cuál es la función de la Pintura ¿qué estoy haciendo y porqué lo hago? Cuando corres con más gente, no te planteas por qué corres; en lugar de pensar, hablas con los demás. Si corres solo, tienes que tener sólidas razones para hacerlo.
Hace unos meses recibí un regalo inesperado. Un libro. Se titulaba simplemente “¿Qué es el arte?”. Su autor: un viejo gruñón que murió solo en el banco de una estación de tren. Se llamaba Lev, de apellido Tolstoi. En sólo catorce páginas, hace un breve recorrido por la historia de la Estética, desde Baumgarten hasta finales del siglo XIX. Sabio, demoledor, incisivo, Tolstoi desmonta la idea de arte como fuente de placer y la define como uno de los medios de comunicación más elevado entre los hombres.
Me emocionó que yo, un pequeño mortal, sin haber leído el libro, coincidiera con él en este asunto. ¿No os pasaría a vosotros lo mismo?
“La actividad del arte se basa en que el hombre, que recibe como espectador u oyente la expresión de los sentimientos de otro hombre, es capaz de experimentar el mismo sentimiento que el hombre que lo expresó”
“Esa capacidad del hombre para contagiarse de los sentimientos ajenos constituye la base de la actividad artística.”
Leyendo estos textos de Tolstoi, me planteo: ¿por qué pinto? Y no me lo preguntaré más. Pinto porque amo. No, no me refiero a la canción de Machín: “…pintor, que pintas con amor... “; esto es serio. El amor verdadero es el amor de donación, distinto del amor posesivo, donde el interés propio lo echa todo a perder. El que ama posesivamente, no sabe o se olvida que, paradógicamente, la posesión es consecuencia de la donación. El que ama de verdad, lo que le mueve es darse. El verdadero artista comunica sus sentimientos a los demás porque ama en primer lugar, con un amor de donación, aunque luego se mezclen otras intenciones como la vanidad, ganarse el pan o lo que sea.
Sin considerarme un idealista, puedo decir que a muchos artistas les hubiera sido más rentable cualquier otra profesión y, siendo conscientes de esto, eligieron esta opción.

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