Nacho Valdés, relatos sobre Pintura

Hay mucha gente empeñada en que los pintores hemos de ser filósofos y no termino de explicarme por qué. Ortega y Gasset decía que antes de la modernidad, cuando llegaba una nueva corriente artística, siempre existía una reacción contraria bajo el lema "no me gusta".  Ahora, con una dosis de irritación mayor por parte del espectador, el "no me gusta" ha sido sustituido por el "no lo entiendo". A mí me ha sucedido una cosa siempre: Cuando conozco a un grupo de gente nueva y se enteran que soy pintor, invariablemente me piden que "vamos al museo y tú que eres artista nos explicas los cuadros". Yo alucino. No me molesta, bueno, al principio sí me molestaba. Deben pensar que si sabes las historietas que rodean una pintura, quizá el plato sea mas atractivo; algo así como una cubierta vistosa para un libro aburridísimo de Hegel.

Los pinceles nunca se tiran. Los pinceles son como los elfos: son inmortales, pero pueden morir si alguien les mata. A un pincel viejo lo que más le jode es que se le utilice para remover un bote de pintura, eso les mata. Ningún pintor se compadece ya de él y acaba en el cubo de la basura. Pero si esto no ocurre, un pincel viejo puede estar observando desde su cubilete durante años sin ser molestado. En cierto modo es como el homenaje del pintor por sus servicios prestados. También esta la duda, ¿Servirán sus tres pelos para una pincelada sutil?¿Y si sus pelos abiertos son capaces de crear una pincelada rota? Para mí cada pincel es un misterio. Son como los seres humanos. Tienen sus edades, sus momentos de esplendor, sus cambios de ánimos, sus enfados, enfermedades, algunos son vanidosos, otros humildes y callados, los hay serenos, nerviosos, dominantes, impactantes, tristes, orgullosos, tímidos, cínicos, falsos, generosos, decepcionantes o sorprendentes e inesperados. Los